"Las tres cosas que usa el enemigo para tentarnos: los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida"
El enemigo nos tentará cuando haya alguna de estas tres cosas en nuestro interior. La tentación siempre corresponde a un deseo que hay por dentro; si no hay ninguna de estas cosas la tentación no tendrá ocasión en nosotros.
Debemos estar seguros de hacer morir los deseos de la carne, cada día, de negarnos a nosotros mismos para hacer la voluntad de Dios y de renunciar a todo orgullo, tomando la decisión de humillarnos delante de Él, y pidiéndole que nos dé la gracia para vivir santamente en este mundo.
Si estás siendo tentado, te recuerdo que esto no es pecado. Ser tentado no es pecado. El pecado viene cuando cedemos a la tentación y caemos en la complacencia de alguno de estos deseos. Por eso en este momento reprende y resiste al enemigo de tu vida, y decide agradar a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario